Archive for the ‘India’ Category

Me siento realizado

1 noviembre 2009

Entrevista03

Texto: JUANJO M. / Reportaje gráfico: RAFAEL HERRERO. Madrid.

Al sentarse en una cafetería, Diego (Valencia, 1974) está haciendo varias cosas para las que probablemente haya perdido la costumbre: no carga con una mochila de entre 12 y 14 kilos; no tiene que regatear el precio de la cerveza; y está en Madrid, España, donde el ritmo de la ciudad le resulta extraño después de recorrerse media Asia, de Tailandia a Camboya, pasando por India, Indonesia, Laos, Malasia, Nepal o Singapur. Esta es la factura: el viaje ha costado unos 8.000 euros, unos cuantos kilos perdidos, bastantes sudores, y muchas, cuenta, emociones compartidas con otros viajeros.

P. Nueve meses después, llegas al aeropuerto de Barajas. Entonces…
R. Lo primero que pienso al volver a casa es en ver a la familia, en que me estaban esperando. Pienso en que alguien me espera en el aeropuerto, en que hay un coche de verdad, en que no me tengo que pelear para llegar a casa, en que no tengo que buscar alojamiento…fue mucha relajación con respecto a la tensión del viaje y el buscarme la vida cada día. Ahora estoy más tranquilo.

P. ¿Cuántas veces te han preguntado por qué? ¿Por qué este viaje? ¿Por qué ahora? ¿Por qué hasta allí?
R. Continuamente. Creo que parte de mi familia y de mis amigos, simplemente, no lo entienden, y lo consideran una locura. Los viajeros se pueden clasificar en los que buscan algo o huyen de algo y los que simplemente viajan por placer. Están los que viajan porque quieren y los que huyen de malas épocas en casa, por salir de una depresión, porque están insatisfechos con la vida que llevan… yo estaba en un momento muy bueno, de familia, de amigos y de trabajo.

P. Y aún así, te marchaste.
R. Como inversión es una mala inversión, sin duda, desde el punto de vista financiero. Desde el personal, de lo que a uno le aporta, no tiene precio, vale muchísimo más que lo invertido. Me he sentido muy realizado, porque es una idea que traía desde hace muchos años y a la que siempre veía alguna pega. Le he dado forma y ha salido un viaje largo, improvisando y cambiando de ruta. Me apetecía muchísimo hacerlo y no quería que pasaran muchos años más: ahora tengo la fuerza física y no tengo ataduras familiares.

P. ¿Por qué esta vez no había pegas?
R. Porque sabía que tenía cierto dinero en el banco, que ya había hecho un viaje similar, de sólo un mes, a Vietnam, en 2007, y ya conocía a gente que lo había hecho.

P. Así que las probabilidades de morir en el intento…
R. Eran bajas, sí.

P. Durante el viaje, ¿ha habido más gente que te haya intentado ayudar o que te haya intentado engañar?
R. Ha habido más gente que me ha intentado engañar. Si por engañar entendemos sacarme el dinero, por supuesto. La cara de dólar la lleva uno puesta siempre por ser occidental. Algunos de ellos ven un saco de dólares andantes: no distinguen al que viene con un presupuesto de 500 dólares al mes del que viene tres semanas y se gasta 4.000 euros. Son todo blancos, occidentales, que vienen con mucho dinero. Una cosa muy desagradable: me han ofrecido muchísimas drogas. El mochilero, en general, no es putero, pero sí hay algunos a los que les gusta consumir drogas.

P. ¿Quién te ha marcado?
R. Patricia y Romain, principalmente. Nos hemos entendido muy bien. También estuve con Max y Látigo, que son Rafa y Marcelo, dos madrileños con los que coincidí en Laos y Camboya. Los sentí muy cercanos. La semana pasada me encontré con un e-mail de la familia de Marcelo diciéndome que había muerto y convocándome a su funeral. Yo no sabía nada. Pude ir y ver a Rafa: le habían encontrado un melanoma a finales de abril, al poco de volver a Madrid, y a mediados de septiembre murió. Ha sido una experiencia dura. Marcelo tenía el sueño de hacer el viaje…

Entrevista02

P. ¿Qué has aprendido?
R. Me he dado cuenta de que me gusta escribir. Hasta ahora no lo sabía. El viaje me ha aportado mucha seguridad en mí mismo, tranquilidad y menos prisas.

P. ¿Y te has sorprendido contigo mismo?
R. Físicamente, quizás sí, por adaptarme a sitios diferentes, andar mucho, con algunos trekkings muy duros, y por dormir en sitios malos y seguir al día siguiente. En el norte de India hubo trekkings que fueron una prueba de superación, en parte física pero también con una gran dureza mental, por el esfuerzo de seguir adelante, de creer que uno puede seguir. Con uno de ellos, al final, no pude.

P. Habría días en los que te dijeras… ¡quién me mandaría meterme en esto!
R. Para nada. He tenido días más cansados, pero siempre lo he tenido claro. Al principio de Indonesia estaba un poco más desanimado, más débil físicamente…

P. ¿Ha habido algún momento más asqueroso que el templo de las ratas?
R. Probablemente, sí. Nunca he querido publicar las fotos, ni siquiera hacerlas… pero algunos váteres y algunos olores de India. Al llegar fuimos con un taxista que estaba realmente loco, pitando y en contradirección. Cuando llegamos al barrio en el que estaba el hotel, la calle estaba sin asfaltar, había muchísimas vacas y cuando llegó a una calle vacía, en medio de la oscuridad, nos dijo: ‘Ahí está el hotel’. Yo no me quería bajar del coche, porque no veía el hotel. Nos acompañó a una calle a la vuelta de la esquina, todavía peor, más pequeña, y con unos urinarios que echaban un olor terrible, muy muy duro. Al final de esa calle estaba el hotel.

P. ¿Aprendes a apreciar cosas que dabas por supuesto?
R. No he pasado hambre, pero he echado de menos cosas tan simples como el queso, la leche o el chocolate. Lo que he echado mucho de menos son los amigos de siempre, tener una conversación sobre cosas de toda la vida. Eso me ha faltado: dar un abrazo a un familiar, a un amigo. He estado muy bien, he conocido a gente muy interesante que quiero mantener como amigos, pero no había un pasado común, y eso lo he echado de menos.

Entrevista01

P. “Aquí estoy, mamá” dice el blog. Ya puedes ser sincero. ¿Cuántas veces te has puesto enfermo?
R. Enfermo de verdad, cero. Problemas de estómago he tenido con frecuencia. Con la medicación que llevaba se me curaba enseguida, hasta el punto de que al final probé a no tomar nada y se me pasaba. Hubo un momento en el que me dejé de poner repelente antimosquitos, porque olía fatal y no me apetecía: prácticamente no me han picado. Dejé de tomar las pastillas antimalaria, consultando previamente con mi farmacéutico en Valencia, y no las retomé, aunque guardaba unos cuantos comprimidos en la mochila por si tenía síntomas. Tres veces, quizás, tuve dolor de cabeza. Y, por supuesto, el mal de altura del que ya hablé en el blog.

P. ¿Cuántas veces te han robado?
R. No me han robado nada y no me han intentado robar ni una vez. Una vez me olvidé el teléfono y no me ayudaron a recuperarlo, aunque sé que lo podían haber hecho. He sido muy precavido. No era un objetivo muy atractivo para robar, porque no llevaba cosas de valor…y en India llevaba la mochila atada al vagón del tren o al autobús con una cadena y un candado.

P. ¿Te han ofrecido sexo por dinero?
R. Algunas veces. En Tailandia, Laos y Camboya… con menos frecuencia cuando iba con chicas.

P. ¿Cómo son los niños en Asia?
R. Cambia según el país. En algunos sitios se utilizan para pedir dinero. En Indonesia venían detrás de mí para hacerse una foto y ya está. En India o Nepal sí es muy habitual que te insistan pidiendo un bolígrafo, dinero o caramelos.

P. ¿Te has sentido en algún momento descubridor, el primer blanco que aparecía por ahí?
R. De los primeros no, de los pocos sí.

P. En tu última entrada en tu blog, escribes de Anna, que se marcha para Asia justo cuando tú has vuelto. ¿Cuál es tu consejo?
R. Infórmate. Lee guías, pregunta, pregunta y pregunta para que te vayan aconsejando.

P. ¿Y ahora qué?
R. Eso querría saber yo. Quiero ir a Valencia, ver a mi gente y asentarme. Por supuesto, tendré que trabajar. La hipoteca no se paga sola.

Antes de llegar a Indonesia

15 julio 2009

Cuestión de peso

Pocas horas antes de salir de Bangkok, aprovechando que estoy en barrio conocido, me he pesado en la misma báscula en la que me pesé en marzo pasado. La báscula, que dicho sea de paso, me tiene manía, pretende hacerme creer que he adelgazado 4,4 kg respecto a la última vez que me subí a ella. Yo me encuentro bien, no me noto mas débil físicamente que de costumbre, y me lo como todo sin esconder la comida debajo de la mesa como los niños del comedor escolar. Si la báscula no miente (sigo siendo escéptico respecto a este extremo), estoy ligeramente por debajo del peso mínimo que considero aceptable para mí. ¿Debería comprarme una crema antiestrías por eso de los cambios de peso? Quizá puedan parecer preocupaciones banales, pero ya llegará el momento de pensar en cosas importantes cuando empiece la liga de fútbol. Porque, en Europa, la crisis se ha acabado, ¿verdad? En cualquier caso, si alguien me ve haciendo el Gargantúa próximamente, que sepa que no es gula, sino por mi propia salud.

Visado a Indonesia

Para entrar en Indonesia es necesario obtener un visado. Ya advierten las guías que uno debe asesorarse poco antes de entrar al país del criterio a seguir en ese momento. Parece que actualmente hay dos opciones:
– Obtener el visado a la llegada, que será de un mes y jamás se podrá renovar, por lo que hay que salir del país obligatoriamente antes de treinta días. Se puede volver a entrar las veces que se quiera en las mismas condiciones.
– Obtener el visado con antelación. Tiene una validez de dos meses y se puede prolongar varias veces desde dentro del país.

Decido ir a Delhi un día antes de lo previsto para intentar obtener, en el mismo día, el visado indonesio, porque si estoy a gusto, quizá me quede más de un mes en Indonesia. Mantengo la opción de intentar lo mismo en Bangkok, si no lo consigo en Delhi. Y por supuesto, mantengo la opción de obtener el visado a la llegada a Bali.

Llego bien temprano a la embajada y mientras espero bajo la intermitente lluvia, pienso en cómo abordar al comegafas que intuyo me atenderá en la ventanilla. Soy consciente de que no cumplo los requisitos para que me concedan el visado con antelación (ni de modo real ni figurado), y me tocará utilizar mis artes de negociación con el funcionario de turno, a la vez que él practica el arte de Cúchares conmigo. Se abren los toriles y el funcionario, en lugar de recibirme a puertagayola, me espera tras el burladero. La barrera consiste en un grueso vidrio tintado con una minúscula abertura que no me permite oír bien al funcionario y como tampoco le veo, a veces creo que hablo solo. Tras el vidrio hay una reja metálica. Y tras la reja un funcionario con bigote, a falta de gafas que comerse. Yo presento toda la documentacion de que dispongo, gracias a la profesionalidad de mi apreciado devorador de marisco de la Marina.

Trato de imaginar, observando al funcionario, qué me va a preguntar para poder anticipar estratégicas respuestas y obtener el visado ese mismo día (el cartel de la puerta dice mínimo tres días laborables): «Qué bien te sienta el bigote, bribón». O quizá «¿de quién es ese billete de 500 rupias que hay en el suelo?, ¿puede usted hacerme el favor de apartarlo de mi vista?» manteniendo siempre la testuz bien alta, para que no me devuelvan por manso, ni me asesten una estocada prematura.

Los primeros pases consisten en «relléname este formulario», «a ver tu reserva de hotel», «y el billete de vuelta», «pero sólo te hago el visado por un mes» (puyazo). Pasamos al tercio de banderillas: Me pide el pago del visado por cheque y no sé qué mas, por lo que me toca darme un paseíllo hasta el banco y a hacer fotocopias. Al regreso, parece que ya lo tengo todo y el funcionario me responde que vuelva por la tarde, que tendré el visado. Salí de allí con una combinación de alegría, incredulidad y escepticismo.

Por la tarde, simplemente recogí mi pasaporte con un nuevo visado en él. Pero, de repente descubro el porqué del burladero tras el que se parapeta el diestro, y que tras su muleta esconde un estoque. El visado sólo tiene una validez de quince días.
– Oiga, que aquí pone quince días, y usted me dijo esta mañana un mes.
– A mí no me mires, ha sido el cónsul.
– Pero yo he recibido una serie de puyazos y tres pares de banderillas en todo lo alto, que es la tarifa de treinta días, no de quince. Y le he enseñado un «billete de vuelta confirmado» para treinta días más tarde.
– El cónsul la lleva. El cónsul la lleva.

Me marcho de la embajada con el sentimiento de haber sido injustamente desorejado por una mala faena, y comprendiendo por que hay quien dice qué la tortura no es arte ni cultura.

Salut.

Encima de cornudo, apaleado. He aqui el visado.

Encima de cornudo, apaleado. He aquí el visado.

Y a la entrada a Bali, lo mismo.

Y a la entrada a Bali, lo mismo.

Cinco meses, cinco paises, cinco grandes momentos

13 julio 2009
Yo creo que unos meses mas todavia podrian aguantar.

Yo creo que unos meses más todavía podrían aguantar.

Son ya cinco meses de viaje (cinco y medio, para ser más exactos), visitando cinco países diferentes. Es cierto: no me he dado demasiada prisa. Cinco países con alfabeto distinto al nuestro, que me han hecho sentir analfabeto a menudo: Tailandia, Laos, Camboya, India y Nepal. Han sucedido ya unas cuantas cosas, he conocido a gente interesante, y conocido mejor a gente interesante que ya conocía.

El viaje no acaba aquí, pero se acerca un nuevo punto de inflexión en el mismo. Pese a no ser el fin del camino, he encontrado, no sin cierta meditación, un motivo para hacer una particular recopilación a modo de recordatorio: me apetece.

Cinco clásicos imprescindibles:
Encontrarme con un catalán de Blanes
Templos de Angkor
Taj Mahal
Varanasi
Hacer un trekking en Nepal

Cinco trayectos agotadores:
Las 1864 curvas entre Chiang Mai y Mae Hong Son, pasando por Pai
De Don Det a Kratie
De Phnom Penh a Koh Chang
De Khajuraho a Varanasi
De Leh a Manali

Cinco experiencias animales:
Paseo a lomos de un elefante
Templo de los Tigres
Dos días a camello por el Desierto del Thar
Templo de las Ratas
Correr perseguido por un búfalo

Cinco delicias gastronómicas (comerciales y beberciales):
– Pad Thai, en Tailandia
Batidos de fruta del sudeste asiático
– Pescado a la parrilla en una callejuela de Luang Prabang
Lassi en India y Nepal
Malai Kofta en India

Cinco momentos curiosos:
Ser bendecido por un monje budista
Explicándome en la peluqueria
Departir con el cónsul de Francia en Phnom Penh
Señora en trance a orillas del Ganges
Ceremonia de cierre de la frontera indo-pakistaní

Cinco lugares para no dormir, aunque yo lo intenté:
Tienda de campaña en Pai
Una cueva en el norte de Tailandia
Bus-litera entre Bundi y Jodhpur
Al raso en las dunas del Desierto del Thar
A 4960 m. de altura en el Campamento Base del Stok Kangri

Cinco momentos difíciles:
Primer incidente en el aeropuerto de Munich
Recibir un masaje a traición en los urinarios de una discoteca
Dejar mi pasaporte una semana en manos de un comegafas
Beber agua caliente, muy caliente, en el desierto
Sufrir mal de altura a 5500 m.

Al final me ha quedado un post con mas flashbacks que un guión de Amenábar en sus inicios. En la selección, como suele suceder, no están todos los que son, pero son todos los que están.

Salut.

De vuelta a Delhi y a Bangkok

12 julio 2009

Llegó el triste momento de la separación de Pierre. Desde Haridwar él se encaminó a Agra y yo a Delhi. Han sido dos meses viajando con él y, por primera vez en aproximadamente tres meses y medio, vuelvo a viajar solo. Tomé un tren semidecente que llegó con menos de una hora de retraso a Delhi. Como sé que lo que interesa es el morbo, no voy a relatar nada más sobre el trayecto. Una vez en Delhi fui a alojarme a Majnu ka Tilla, el barrio de los refugiados tibetanos. Está algo alejado del centro, y se pierde tiempo y dinero para hacer casi cualquier cosa, pero se gana en tranquilidad y salud mental.

Delhi: Lotus Temple

Delhi: Lotus Temple

En Delhi no hice ninguna visita turística digna de mención salvo una fugaz visita a el Templo de Loto, y tan solo me dediqué a intentar resolver algún papeleo de embajada, leer y recorrer librerías en busca de más lectura.

Leyendo la prensa, los temas que más se repiten respecto a India son los problemas por los que está pasando Air India, el retraso del monzón (el mes de Junio ha sido el más seco en más de 100 años) y la tímida posibilidad de que se despenalicen las relaciones homosexuales. La semana pasada el Alto Tribunal de Delhi dictó una sentencia, que sólo afecta a Delhi y que con toda probabilidad será recurrida, en que no se castigaban las relaciones sexuales consentidas entre dos adultos del mismo sexo. Hay quien ve una rendija por la que se puede llegar a la despenalización de la homosexualidad. Hay quien ve que esto va a ser como Sodoma y Gomorra. O como Europa, donde, según la imagen que tienen muchos indios, actualmente es el paraíso el «sexo libre» y se vive en una perpetua y desenfrenada orgía. Añado un obvio, por conocido, aunque paradójico dato: India es el lugar de origen del Kamasutra.

Desde Majnu ka Tilla tomé un taxi para ir al aeropuerto de Delhi, habiendo acordado el precio de antemano, como no puede ser de otra manera. Al poco tiempo, el taxista me dice que, si quiero, puede encender el aire acondicionado, por tan sólo treinta rupias más. Le respondo que no, que el aire acondicionado no es nada sano. Teniendo en cuenta que la diferencia de la temperatura al salir del coche puede ser de veinte grados centígrados, esta afirmación es una verdad como un templo. Si bien, yo me regocijaba pensando para mis adentros: «con el doble de peso que yo, el doble de barba, y el turbante que llevas en la cabeza, vas a sufrir más tú que yo.»

La salida de India fue en un vuelo de Indian Airlines que partía a medianoche. El logotipo de Air India aparecía por todas partes, sobre casi cada objeto, pero no hubo suerte: ni el vuelo, ni la tripulación eran de Air India, sino de Indian Airlines. Hubiese sido un emotivo broche, para un destino ya de por sí cargado de significado. Extrañamente, de nuevo, sin haberlo pedido, me tocó sentarme junto a la salida de emergencia. Con el siniestro fin de impedir que el pasaje conciliara el sueño, las luces del avión estaban encendidas, y la tripulación pasó a repartir un resopón infame. Al alba aterrizamos en Bangkok.

Esta vez para evitar incidentes, sí que llevaba billete de salida del país, y me han puesto un hermoso sello en el pasaporte que me permite quedarme aquí hasta un mes. El sello de mi anterior estancia era de sólo quince días.

Esto ya es tierra conocida. He vuelto al hotel donde estuve la última vez, algo apartado de Kao San Road, y me he alojado en la misma habitación. Sorprendentemente, se acordaban de mí, incluso de mi nombre, pese a que en la anterior visita no llevaba barba.

¿Qué hago yo en Bangkok de nuevo?

Pues hincharme a comer fruta, a bocados o en batido, y comer pad thai armado de palillos.

También he ido a vender y comprar libros de segunda mano en la librería de mi amiga, que siempre me recuerda que los lunes cierra, y que me recompra los libros a mitad de precio. Estaba yo exultante de alegría cuando encontré que mi amiga tenía un libro de Andreu Martín en español, cuyo titulo no conocía. Decisión facil: si lo ha escrito Andreu Martín, lo compro sin necesidad de saber ni siquiera de qué trata. Una vez comprado, me encuentro con que el libro me sonaba mucho. Lo compré hace veinte años en catalán, y es tan bueno que leí, releí y volví a releer hasta aprenderme alguno de sus relatos casi de memoria. El maldito traductor había hecho una traducción totalmente libre del título, totalmente diferente en catalán y en castellano, y por eso fui incapaz de identificarlo antes. Pues por la tarde, maquiné una elaborada estrategia para que me cambiara el libro y fui con toda mi jeta de nuevo a la librería. Le dije simplemente la verdad: me había equivocado, el libro ya lo había leído años atrás, y le pedí, por favor, por favor, por favor, que me lo cambiara. Y coló: le devolví el libro y me dio otro al que ya había echado el ojo por la mañana.

Sky Line de Bangkok amenazando lluvia.

Sky Line de Bangkok amenazando lluvia.

Y como verdadera novedad he visitado la torre Baiyoke, a la que no había subido antes. La torre Baiyoke es una visita totalmente innecesaria de Bangkok, pero a mí, siempre me ha llamado la atención ver las ciudades desde lo alto, con permiso de la climatología y la polución. Cuenta con un mirador descubierto en la planta 84, a poco más de trescientos metros de altura (Seis Migueletes, o 0,4 Montgós). El mirador gira a una velocidad ridículamente baja, tanto angular como lineal, pero los vientos huracanados que hay por allí arriba dan una sensación diferente. Desde aquí he podido admirar el «sky line» (pronúnciese «ejcailáin») de Bangkok, la lluvia haciendo desaparecer barrios enteros entre las nubes, el tren sobreelevado (sky train), los numerosos «scalextric», el Chao Praya, las larguísimas avenidas en cuadrícula… La ciudad tan extensa, combinada con la polución tan intensa, impiden atisbar los confines de Bangkok.

Por Bangkok todo sigue igual, excepto las camisetas con la imagen de Michael Jackson, en las que ya figura la leyenda 1958-2009. El marketing no respeta ni la muerte.

Salut.

Clasico scalextric de Bangkok

Clásico scalextric de Bangkok

Choque cultural en India

11 julio 2009

Cercano al fin de mi periplo indio, al igual que hice en articulos anteriores, como «India increíble» o «Penultimas consideraciones indias», quisiera resaltar algunos detalles sobre el choque cultural indio que todavía me llaman la atención.

«Yé, pósibol». Cuando se le pregunta a un indio si algo se puede hacer, comprar, si se le puede pedir un favor, visitar algun lugar…, la respuesta mas comun es: «Yé, pósibol» («Sí, es posible»), acompañada de un gesto de asentimiento. Aquí, el gesto para decir que sí es inclinar la cabeza a un lado, acercando la oreja al hombro, lo cual, al principio, resulta bastante confuso. La prueba de fuego para ver si nuestro interlocutor miente o no, o si simplemente ha entendido la pregunta, consiste en preguntarle después exactamente lo contrario. Ante esta segunda pregunta, la respuesta estándar es: «Yé, pósibol», volviendo uno a la situación de inicio, una y otra vez.

A continuación voy a describir, sin omitir detalle alguno, cómo son las papeleras en India, su diseño, uso, distribución, mantenimiento…
Fin de la descripción.

Sistema antiincendios. Por favor, que llegue el monzon lo antes posible.

Sistema antiincendios. Por favor, que llegue el monzon lo antes posible.

Recientemente cayó en mis manos un libro sobre el choque cultural que supone viajar a India. Estas son algunas perlas:


Respecto a la circulación en India, habla de que el “vehículo” con máxima preferencia en la calzada en todos los casos, es la vaca. Es más: “Matar a una vaca es comparable a matar a tu propia madre.” Estamos de acuerdo: las dos cosas estan muy feas, y además, todos sabemos que las manchas de sangre, al igual que las de picotas, no salen fácilmente.

Uso del claxon. Sobre el uso del claxon en Camboya e India, ya he hablado anteriormente, pero creo que el siguiente extracto resume muy bien lo que aquí sucede.

“Sería más fácil conducir en India sin frenos que sin bocina. De hecho, los fabricantes de coches indios, ahorrarían muchos problemas a los conductores si simplemente adhirieran el claxon al acelerador. La bocina, cuanto más ruidosa mejor, es una pieza esencial.”


Comer con las manos. Algunos extractos del libro son: “Comer con cuchillo y tenedor, es como ducharse con chubasquero.” “Gran parte del placer sensual de la comida es táctil.” “Comer con los dedos previene las quemaduras de lengua y ahorra lavavajillas.” “No necesitas recordar cuál es el tenedor del pescado.”

A todo ello, añado la apreciación de que es imprescindible comer con la mano derecha, se sea zurdo o diestro, ya que la izquierda, junto con agua, tiene la misma función que el papel higiénico en Europa. Por lo que yo he observado, se puede utilizar la izquierda para servirse ayudado de un cubierto, pero la norma de tocar la comida con la derecha se cumple a rajatabla sin excepción. También he observado que tocarse los pies desnudos en la mesa, con la izquierda o con la derecha, no va contra sus normas de etiqueta.

Salut.

Camino de los altares del hinduismo, pero de refilon

9 julio 2009

Tres meses despues, he vuelto al estado de Uttarakhand. Esta vez, directamente a Rishikesh, ciudad a orillas del Ganges, apodada «la capital mundial del yoga». Una ciudad sagrada del hinduismo, llena de ashrams, sadhus y pillaos occidentales que creen «haberse encontrado a si mismos» en este lugar. En esta ocasion me he alejado del centro de la ciudad y he estado en un hotel en la montaña, desde cuya terraza se dominan varios meandros del Ganges.

Venia preparado para pasar unos dias como vegetariano, pero, por eso de que estamos fuera de la ciudad, en el hotel si que sirven carne. Es bien sabido que la virtud reside en renunciar al pecado, pese a tenerlo al alcance, por tanto no pedi carne. Dos dias de virtuosismo en forma de vegetarianismo, lo considero mas que suficiente, asi que al tercero sucumbi al pecado en forma de gallinacea. En cuanto al alcohol, eso es otra historia. Mi ultima cerveza fue en Manali, y la anterior ni la recuerdo.

Rishikesh.

Rishikesh.

Estamos en epoca de acusada canicula, lo que hizo que fueramos a bañarnos en unas pequeñas cascadas cercanas. Que nadie se alarme: no es necesario que los estados Schengen (esos que padecen la gripe A) me cierren sus fronteras: No me he bañado en el Ganges, sino en un riachuelo que vierte sus aguas en el.

Tambien fui a ver una ceremonia religiosa a orillas del Ganges (en este lugar todo sucede a orillas del Ganges). En los escalones del ghat los fieles cantaban una melodia producto de la combinacion de cuatro elementos: las palabras «Hare», «Krishna» y «Rama», y palmadas. Ejemplo: «Hare, hare, (clap), Krishna, Krishna, (clap), hare Krishna, (clap), Krishna hare, (clap), rama, rama, (clap), hare Krishna, (clap), Krishna, Krishna, (clap), Krishna hare…» Las combinaciones y repeticiones tienden a infinito. Y asi, echaban la tarde, absortos en sus canticos.

El hotel tiene un agradable jardin en el que, sin darnos cuenta como, hemos llegado a coincidir mas de 10 personas en la mesa. En muchos casos moteros, que huyen de los centros de las ciudades. En una de las ocasiones, el centro de atencion fue Nathan, un ingles que pasara dentro de poco a Pakistan, para seguir luego ruta por China y no sabe muy bien por que paises mas que riman con Chiquitistan. Comenzo su viaje en moto en Sydney, y piensa acabarlo en el Reino Unido. Fueron muy comicas sus disquisiciones sobre la posibilidad de ser objetico de un secuestro o decapitacion en Pakistan. Estaba al corriente de los ultimos casos, y los contaba con una naturalidad y dominio del tema pasmosos. A mi solo pensar en ese viaje me da terror: padezco un panico irracional a las motos.

Tras Rishikesh, prosiguiendo el camino inverso al realizado el pasado mes de abril, fui a Haridwar, otra ciudad santa del hinduismo a orillas del Ganges. Una vez mas, vi la ceremonia junto al rio. Aproveche para volver al restaurante donde probe mi primer Malai Kofta. Del Malai Kofta no se decir demasiado. Es un plato vegetariano con una salsa que puede variar entre el amarillo y el verde, pasando por todos los tonos imaginables de naranja, ocre y marron. Es ideal para combinar con arroz o pan. Posiblemente el plato indio que mas me ha gustado y el que mas veces he degustado.

Haridwar: ¿Purificar la bicicleta en el Ganges da positivo en un control antidopaje?

Haridwar: ¿Purificar la bicicleta en el Ganges da positivo en un control antidopaje?

Ponga un terrorista hieratico en su cartera

Se me ocurrio hacerme unas fotos de carnet. Descripcion de la escena: llego sudoroso al «estudio fotografico» y me ofrecen hacerme 8 fotos de carnet. Espero sentado a que se me pasen los «calores de la muerte» bajo un ventilador, y ver si asi evitamos los brillos de la transpiracion. Me colocan ante una cortina que hubiese podido formar parte del decorado de un culebron ochentero. El fotografo, muy profesionalmente, me iguala el nivel de los hombros y me gira el cuello lateral y frontalmente para equilibrar el retrato. Yo empezaba a sospechar que quiza las fotos de carnet en India deben guardar la proporcion aurea, y no me atrevia ni a respirar para no descompensar el encuadre perfecto. Efectua dos disparos. Me cambia de asiento y, utilizando una pantalla para reflejar la luz dispara 2 veces mas sin flash. Y una ultima vez sin pantalla.

De las cinco fotografias, vistas en el ordenador, dos eran inutilizables. En las otras tres, parecia un terrorista con cara de sorpresa, como si lo acabaran de pillar in fraganti. La barba me hace parecer uno de ellos e integrarme, pero su longitud ya es excesiva para estos rigores estivales.

El fotografo, muy listillo, no imprimio 8, sino 16 fotografias. Cuando le dije que no era eso lo que yo le habia pedido, me hizo una oferta que no pude rechazar. Ahora me encuentro con suficientes fotografias de carnet como para empapelar varias comisarias, por lo que desde aqui, ofrezco fotografias a quien las quiera.

El precio de salida de la subasta de las fotografias del «terrorista hieratico» es de 50 rupias por foto. A pujar!

Salut.

La cuadriculada Chandigarh

5 julio 2009

Chandigarh es un caso totalmente aislado respecto al resto de India. Se trata de una ciudad planificada. Tras la partición de India y Pakistán, Lahore, la capital de Punjab, quedó en el lado pakistaní, generando numerosos refugiados. Nehru decidió encargar el diseño de una nueva ciudad a dos arquitectos americanos. El proyecto fue tomado después por Le Corbusier, quien se llevó la gran fama, sin cardar toda la lana. Su influencia en la ciudad es visible. A mi juicio aqui, como en otras ocasiones, peca de exceso de cemento.

Chandigarh: Museo de la Ciudad. Demasiado cemento, ¿no?

Chandigarh: Museo de la Ciudad. Demasiado cemento, ¿no?

La ciudad está dividida en sectores rectangulares de aproximadamente un kilómetro cuadrado en los que se pretende que los ciudadanos tengan todos los servicios a su alcance, sin necesidad de cambiar de sector. Dicen que recuerda a Brasilia. Su trazado en forma de cuadrícula, tiene algo en común con el «Eixample» de Barcelona, el Vedado de La Habana o Manhattan en Nueva York.

El Chandigarh de Le Corbusier

El Chandigarh de Le Corbusier

La ciudad es menos ruidosa, caótica, sucia y desorganizada que las otras ciudades indias comparables en tamaño que conozco, lo cual hace que adolezca de cierto encanto. Por ejemplo, es la primera vez que veo en India que algunas aceras se utilicen para que los peatones anden por ellas. También sorprende ver gran cantidad de franquicias internacionales.

Nek Chand Rock Garden: jugando con las raices.

Nek Chand Rock Garden: jugando con las raices.

En Chandigarh los hoteles son ridículamente caros, y los museos y la comida ridículamente baratos. Visité el museo de la Ciudad (sobre su concepción y construcción) y un museo de arte. Lo realmente sorprendente y original de la ciudad es el Nek Chand Rock Garden. Se trata de un parque que recuerda lejanamente los delirios gaudinianos del Park Güell de Barcelona en algunos momentos. Su particularidad es que, el tal Nek Chand, se dedicó a reconducir creativamente su síndrome de Diógenes construyendo caminos, muros, estatuas y todo un parque, a partir de objetos viejos y rotos. Probablemente un precursor del drap art sin saberlo. Cuando fue descubierto por las autoridades, se reconoció su mérito y el parque se abrió al público.

Nek Chand Tock Garden: "Tabalet i dolçaina"

Nek Chand Tock Garden: "Tabalet i dolçaina"

Pulseras recicladas en Nek Chand Rock Garden, Chandigarh.

Pulseras recicladas en Nek Chand Rock Garden, Chandigarh.

Nos despedimos de Chandigarh dándonos un atracón de carne, en previsión de nuestra próxima visita a lugares santos, y por ende, vegetarianos.

Salut.

Amritsar o el estanque del néctar de la inmortalidad

4 julio 2009
Cabeza cubierta y pies descalzo y el nectar de la inmortalidad que me separa del Templo de Oro.

Cabeza cubierta y pies descalzos y el néctar de la inmortalidad que me separa del Templo de Oro.

Cuando salí de Dharamkot, era consciente de que el buen tiempo había terminado. Las agradables temperaturas de Nepal, Ladakh e Himachal Pradesh, iban a dejar paso al calor. En Amritsar empieza mi segundo verano de 2009. El primero duró de finales de enero a principios de mayo. Este segundo comienza con el mes de julio.

También en Amritsar comienza lo que podríamos llamar, de modo inexacto pero fácilmente inteligible, la «verdadera India». La del calor, las calles llenas de vehículos y peatones compartiendo calzada, la suerpoblación (Amritsar, por ejemplo, tiene un millón de habitantes), los ruidos incesantes, las mujeres con sari, los rostros sin sonrisa, los monumentos deslumbrantes…

Ceremonia fronteriza

Amritsar está a unos sesenta kilómetros de la ciudad pakistaní de Lahore. A escasos treinta kilómetros de Amritsar, en Wagha, está la frontera con Pakistán. A la frontera me dirigí en un jeep, junto a Pierre y nueve personas más, todos indios.

¿Qué se me ha perdido a mí en Pakistán? Simplemente quería ver la famosa ceremonia de cierre de la frontera indo-pakistaní al caer el sol. Se trata de una ceremonia conjunta de aire militar entre dos países que no consideraríamos amigos en el sentido tradicional de la palabra. Nos acomodaron en una grada «sólo guiris». Junto a nuestra grada, se encontraba la grada de mujeres y niños sin bigote (hasta ocho o diez años, aproximadamente). Más allá estaba la grada de los hombres, separados de las mujeres, por eso de «¡a ver dónde pones esas manos, que luego van al pan!» En el lado pakistaní podíamos divisar, a unos cien metros aproximadamente de nosotros, dos gradas similares a las indias: una para hombres y otra para mujeres. La de los guiris no la vi, por lo que intuyo que no existía.

Nos sentamos muy cerca de unos suizos que conocimos unos días antes, en el trayecto de Manali a Dharamsala. En zonas de ambiente «calentito», como la frontera indo-pakistani, es bueno rodearse de neutralidad. Aquí mas vale hacerse el suizo, o incluso el sueco, que el israelí, por ejemplo.

Observad con que gracejo luce el palmito, y la division de las gradas.

Observad con que gracejo luce el palmito, y la división de las gradas.

Los soldados ejercían la funcion de acomodadores. Luego serían los protagonistas de la ceremonia. El uniforme de los soldados, en lugar de tener un tirador de cortina colgando del fajín, como tienen los militares de clase, prestigio y saber estar, contaba con tres elementos que quisiera destacar:
– Unos «subpantalones» blancos hasta los zapatos, que destacan cromáticamente bajo los pantalones caqui (de longitud ideal para trabajar el arrozal). Los subpantalones blancos se abrochan por debajo de la suela del zapato, supongo que para evitar una posible insolación de tobillo.
– Un sombrero con una cresta roja de forma y dimensiones de abanico de folclórica española.
– Un bigote. No había un soldado sin él.

¿Por que la corneta sonaba como el culo? Solucion en la foto.

¿Por qué la corneta sonaba como el culo? Solución en la foto.

Mientras las gradas se iban llenando, veíamos que en el lado pakistaní el público cantaba y daba palmas. Incluso había un grupo de mujeres en la última fila, donde se sitúan los gamberretes en los buses escolares, que estaban bailando. Esta intolerable afrenta fue respondida desde el lado indio con una atronadora megafonía, que combinada con la pakistaní, se transformaba en cacofonía.

Ello no era óbvice, sino más bien acicate, para que el público se levantara y cantara en las gradas. La larga espera se vio animada por unas mujeres que, bandera en mano, corrían hacia la línea de la frontera, daban media vuelta y pasaban el testigo a la siguiente, que esperaba impaciente a la cola su minuto de gloria. El público animaba enfervorecido.

Más adelante comenzó la música discotequera india y salieron las mujeres a saltar y bailar en el centro, mientras los hombres babeaban desde sus gradas. Las mujeres que bailaban exhibían las mayores sonrisas que he visto hasta ahora en la «auténtica India».

Cuando los soldados-acomodadores reubicaron a las mujeres en las gradas, fue el turno del «speaker» para lucirse con sus vítores por India. De modo simétrico y sincronizado, se oían los vítores paralelos (y para lelas) pakistaníes, seguidos de silbidos desde las gradas indias. Con mis vastos conocimientos idiomáticos, he podido traducir, en una traducción un poco libre, lo que gritaban: «¡Tigres, tigres! ¡Leones, leones! ¡Todos quieren ser los campeones!» Los vítores no cesaban: «Es babor que gana a estribor…» Quizá me pase de intelectual, pero yo creo que aquí quedaría «niquelao» traer a Manolo el del Bombo y gritar «¡hola fondo norte! ¡hola fondo sur!» Seguro que fomentaría la camaradería y hermandad entre ambas aficiones, que falta les hace.

Tras todos estos alardes de vergonzante patriotismo comienza la ceremonia. Hasta ahora simplemente estabamos esperando. La ceremonia consistió en: «paso rápido hacia adelante», «yo grito más que tu», «toque de corneta», «sonoro pisotón al suelo», «mira cómo corro hasta la valla, pero no me atrevo a pisar la linea», «mira que alto levanto el pie», «se abre la valla y se vuelve a cerrar»… Una fusión de pluma y marcialidad muy emocionante.

Breve reflexión en voz bajita. Ahora que me fijo, cuando llegué aquí, hace más de una hora, la valla ya estaba cerrada. Y sólo la han abierto y cerrado durante la ceremonia, y nadie la ha cruzado en todo este tiempo. «¿Es esto la verdadera frontera?» «La frontera está siempre cerrada y esto es un simple paripé?» «Ese soldado de ahí, el de bigote, se parece mucho a uno de los Monty Phyton», y la ceremonia lleva su sello estilístico.

Frontera India - Pakistan. Da la impresion de que esta cerrada

Frontera India - Pakistán. Da la impresión de que está cerrada

Sigo con la ceremonia de «cierre» de la frontera. Poco a poco, de modo simultáneo, un soldado de cada país se dedica a arriar su bandera. Esto debe hacerse de tal manera que, en ningún momento, debe haber una bandera más alta que la otra. En caso contrario, se produce el indeseable fenómeno que en términos militares se conoce como «liarla parda».

Volviendo a la pregunta anterior. ¿Qué se me ha perdido a mí en la frontera indo-pakistaní?. La respuesta más lógica que puedo dar es «buscar temática para rellenar un blog.»

Amritsar

Dos duros episodios en la historia de la ciudad, han hecho tristemente famosa a Amritsar. Uno fue la masacre de Jallianwalla Bagh, hace noventa años, que fue clave para el posterior desarrollo de la estrategia de resistencia no violenta al colonialismo británico y la consecución de la independencia india. En la película Gandhi, con Ben Kingsley, hay una escena que retrata muy bien la matanza.

Otro ocurrió en 1984, cuando el asedio al Templo de Oro acabó con otra matanza, y que desembocó ese mismo año en el asesinato de Indira Gandhi por sus guardaespaldas sijs.

Templo de Oro

Amritsar es la Meca del sijismo, que nació aquí en el siglo XVI, a partir del islam y del hinduismo. Algunas particularidades de esta religión son que están a favor de la igualdad entre todas las personas, y por tanto contra el sistema de castas. Está totalmente prohibido en el Templo de Oro, su lugar más sagrado, el consumo de tabaco, alcohol u otras drogas. Y en la ciudad también. Paradójicamente, las cunetas de las carreteras cercanas rebosan cannabis.

Amritsar: Anochece en el Templo de Oro.

Amritsar: Anochece en el Templo de Oro.

El gran monumento a visitar en Amritsar, y por el que vale la pena desviarse hasta aquí, es el Templo de Oro. El templo rodea a un estanque en forma cuadrangular llamado Amrit Sarovar (estanque del néctar de la inmortalidad), origen del nombre de la ciudad. En el centro del estanque esta el templete dorado que da nombre al conjunto. Está cubierto por una escandalosa cantidad de oro y decorado profusamente (es decir, bastante horterilla) en el interior.

Para entrar al templo hay que descalzarse, calcetines incluidos, y cubrirse la cabeza. Antes de acceder hay que «lavarse» los pies. Con ese agua… Maticemos: antes de acceder hay que «purificarse» los pies con agua. Rematicemos: «¡o te mojas los pies ahí, o no entras!»

Templo de Oro: devocion temprana.

Templo de Oro: devoción temprana.

Las imágenes al borde del estanque son impagables. La devoción de los sijs arrodillándose y reverenciando el templo, señores bañándose en las purificadoras aguas, y familias enteras paseando alrededor. Nosotros hacíamos fotos de los fieles … y ellos de nosotros. Nos pedían que nos hiciéramos fotos con ellos. Mi barba de aspecto punjabí, me confería un aire menos exótico que el de Pierre, y por tanto no era tan solicitado.

Amritsar. Templo de Oro.

Amritsar. Templo de Oro.

En el Templo de Oro viví otro de esos «grandes momentos». Los sijs son muy acogedores con todo el mundo, independientemente de credos, clases, sexo, raza… Todos los días dan de comer a un número ingente de personas. Las guías hablan de decenas de miles diarias, y por lo que he visto, me lo creo. Seducidos por la magia de la palabra gratis, no tuvimos más opción que cenar allí un día. La impecable organización hizo que el servicio fuera extraordinariamente fluido. Al llegar, el primero te da un plato-bandeja, el segundo un cuenco, y el tercero una cuchara, y en fila subimos al refectorio. Aquello estaba lleno, pero no vimos más extranjeros allí, aparte de nosotros dos. El refectorio es una enorme sala cuyo único mobiliario son unas alfombras de lado a lado. Los comensales nos instalamos ordenadamente sentados en posición de Buda sobre las alfombras con nuestras bandejas en el suelo junto a nuestros desnudos pies. Inmediatamente nos sirven chapati (pan). A continuación pasa otro «camarero» con un cubo del que nos sirve unas lentejas en forma de chapapote con un cucharón. Pasa otro con una macrotetera a servirnos un agua que no me atreví a beber. Después pasó un último con un cubo de arroz: ¡delicioso engrudo! Y volvían a pasar preguntando si queríamos repetir. Estuve esperando a que pasara otra vez el del arroz, pero fue el único al que no volví a ver. Mi bandeja quedo limpia como una patena. Mientras salíamos del refectorio, del que no paraba de entrar y salir gente, iban limpiando las mesas, es decir, fregando el suelo. Y a la salida fuimos entregando los cubiertos para que el ciclo continuase.

Salut.

Amritsar: A orillas del estanque del nectar de la inmortalidad.

Amritsar: A orillas del estanque del néctar de la inmortalidad.

Cita con el Dalai Lama en Dharamsala

1 julio 2009
McLeod Ganj: cada uno tiene su postura para rezar.

McLeod Ganj: cada uno tiene su postura para rezar.

Una vez consideramos que ya nos habíamos recuperado del desgaste físico y psicológico producido por la travesía por la «altopista» entre Leh y Manali, llegó el momento de afrontar nuevamente la ruta. Me repetía constantemente para mis adentros que ya nada superaría el trayecto anterior, que ya había alcanzado unas cotas de infortunio difíciles de igualar en condiciones normales, anormales o paranormales. Así que compré mi billete de autobús entre Manali y Dharamsala rebosante de coraje y optimismo.

El autocar partía a las 19.30 h. de Manali, y llegaba a McLeod Ganj a las 5:30 de la madrugada siguiente. Sin paradas intermedias y con una persona por asiento. Hasta aquí la teoría.

En la práctica salimos con 20 minutos de retraso. Algo que en India no es sólo aceptable, sino que puede considerarse una bendición. Cuando transitábamos por un tramo otrora asfaltado, el conductor paró el autocar en la inexistente cuneta. Es decir, interrumpiendo parcialmente el tráfico, y generando el clásico «pitote que lo flipas». Al darle al contacto sonaba a «ahogado» o «sin gasolina». De la cabina del conductor salió el clásico ingeniero con su omnipotente llave inglesa que todo autocar necesita. No osé intentar saber qué hora era. Tras varios intentos fallidos, ajustes, reajustes y desajustes, el conductor consiguió arrancar el autocar y los aplausos del respetable. Seguí sin preguntarme la hora.

Hicimos varias paradas, de esas que nos dijeron que no íbamos a hacer. En una de ellas, tras mucho discutir, embutieron a 8 enfadados israelíes en la cabina del conductor. Allí era imposible encajar las piernas para poder dormir. Después, una parada para «cenar» al filo de la medianoche. Y se puso a llover. Mucho. El precario aislamiento de los autocares indios permite el paso de agua a su interior. Por alguna rendija en las ventanas, y también en forma de gotera. Paramos en Dharamsala y despues en McLeod Ganj, nuestro destino final.

Mientras buscábamos un lugar donde alojarnos, vi que eran las 5.30 h. Pese a los incidentes del viaje, nimiedades respecto al anterior, habíamos llegado con adelanto. ¡Un acontecimiento histórico! Cuando, por fin, conseguimos encontrar a alguien despierto que nos enseñara una habitación, y allí nos alojamos.
 

En la zona la ciudad mas conocida es Dharamsala, pero si uno sube algo más arriba, llega a McLeod Ganj, un lugar más tranquilo y acogedor. Si uno sube todavía más arriba, llega a Dharamkot. Obvia decir que allí acabe yo, «encalao» en lo más alto.

Mural en McLeod Ganj, a las puertas de la residencia del Dalai Lama.

Mural en McLeod Ganj, a las puertas de la residencia del Dalai Lama.

McLeod Ganj es mundialmente conocido por ser el lugar de residencia del Dalai Lama, y la sede del gobierno tibetano en el exilio. Tanto el budismo como el exilio tibetano, están muy presentes en el lugar. También lo he visto en Nepal y en Ladakh, pero es en McLeod Ganj donde esta influencia es más intensa.
 
Dharamkot es feudo israelí. No sé por qué motivo es la nacionalidad predominante, en algunos casos de modo abrumador. Parece que tras su prolongado servicio militar, con el dinero y las secuelas mentales que éste les proporciona, deciden emprender viaje. A menudo los indios me preguntan si soy israelí, e incluso algunos israelíes me han saludado en hebreo confundiéndome con uno de ellos. No importa, ya que le he encontrado una utilidad al malentendido. Como los israelíes tienen fama de tercos a la hora de negociar, suelen ofrecerles directamente mejores precios de alojamiento.
 
 
Y ya está aquí el monzón. Todavía no ha llegado a todos los lugares de India, lo que supone motivo de queja para los agricultores punjabíes, por ejemplo, pero sí a Dharamsala.
 
Salut.

En este pais, tampoco sabe llover.

En este país, tampoco sabe llover.

Manali

28 junio 2009
Arquitectura y flora tipicas del Viejo Manali.

Arquitectura y flora tipicas del Viejo Manali.

Según las guías de viaje, el mayor interés de Manali es el de constituir un punto de conexión entre varios destinos, o bien la posibilidad de realizar actividades alrededor. El Nuevo Manali es una pequeña población india sin atractivo alguno. El Viejo Manali es el lugar para los mochileros. Últimamente veo algunos españoles. Supongo que es porque ya ha llegado el verano a Europa, y es la época de vacaciones para muchos. También es cierto que Manali es un paraíso para los amantes de la botánica mariana, un tipo de personajes de los que España es un importante productor y exportador.

Manali: trabajando el campo.

Manali: trabajando el campo.

Las calles del Viejo Manali.

Las calles del Viejo Manali.

Mi llegada a Manali se produjo en un estado de agotamiento físico y psicológico poco recomendable. El viaje desde Leh fue devastador, y además se acumulaba cierto cansancio de días anteriores. Creo que he perdido peso y me siento más débil que de costumbre. A esto hay que añadir que, gracias a los dos israelíes que conocimos durante el eterno viaje a Manali, encontramos un hotelito muy acogedor. El hotel está a 400 metros de la población por un camino de cabras, por el que uno se cruza con lagartos que se pasean alegremente entre el agreste cannabis, que crece libre en el acantilado junto al río. Lo único que se oye en cualquier parte del hotel es el caudaloso río de poder acrecentado por el deshielo, que mece mis sueños por las noches, y cuyo sonido me hace despertarme con la sensación de que mi vejiga va a reventar.

Todos estos componentes nos han hecho inclinarnos por tomar la decisión de parar varios días en Manali. He concentrado mis energías en recuperar fuerzas y peso, a base de homenajes gastronómicos: carne, pescado (¡qué truchas tiene este río, señora!), llegando a pedir postre en la cena en alguna ocasión, e incluso un día bebí una cerveza (un lujo por estos lares). La actividad deportiva, alrededor de una mesa con tablero o cartas, ha complementado la gastronómica. Y ahora me siento con fuerzas para ir a otro destino.

Pescador en Manali.

Pescador en Manali.

Aprovecho para dar las gracias a Eduardo, que me ha dejado su ordenador, gracias al cual no tengo faltas de mecanografía, al menos eso creo, en este post.

Salut.

Porteadoras